Seguramente anticipando lo intrascendente del segundo mensaje del Dr. Alan García, la mayoría de medios impresos presentaban sus primeras planas hoy con temas alejados del discurso presidencial. Horas después el vaticinio tomaba forma: durante dos horas hemos escuchado un mensaje decepcionante y fácil de olvidar.
Se ha perdido la oportunidad de volver a enganchar con el pueblo. Salvo un mea culpa verbal que de nada vale si no tiene un correlato jurídico en la derogatoria de los decretos leyes draconianos, el de hoy ha sido un mensaje que denota que el gobierno no tiene rumbo.
Un listado de acciones sin importancia, propias de la coyuntura, ha sido la niebla que ha querido ocultar a los dos grandes ausentes del discurso de fiestas patrias: la lucha contra la corrupción y los derechos humanos. Nada en ninguno de los dos casos. Es la factura de estar aliado con el fujimontesinismo. Es el precio que se paga por tener como socio político al grupo más corrupto de la historia del Perú.
¿Qué tiene que decir un presidente que se han comprado tantas camas o lapiceros? ¿Porqué un presidente tiene que anunciar refacciones de paredes o carpetas? Se apela a ese recurso cuando no hay nada que decir.
El mensaje no despertará optimismo ni esperanza. Aún más, hoy mismo en la tarde ya estará olvidado. Por lo tanto la situación del país, de convulsión social, volverá a estar presente dentro de tan sólo unas horas, cuando la mayoría de compatriotas se de cuenta que el facilismo y el triunfalismo del discurso no les toca y que jamás los alcanzó. En ese sentido persistir en un gabinete que ya perdió credibilidad es una opción peligrosa para el clima de paz que requiere el país.
Cero reformas. Cero en Derechos Humanos. Cero en Lucha contra la corrupción. Oscuro futuro que se presenta para el país.
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