viernes, 11 de abril de 2008

Estimule sus neuronas y rejuvenecerá

Rejuvenecer es uno de los sueños de la humanidad. Detener el acelerado paso de la vejez tal vez es mas real. Lo último se puede hacer, estoy convencido de ello. Ejercicios en lo físico e intelecto en lo vital es una mezcla explosivamente positiva para quien desee mantener el espíritu y ganas de la juventud. En ese sentido quisiera compartir con ustedes un artículo aparecido en El País Digital.

MUEVE TUS NEURONAS: REJUVENECERÁS


Con la edad, igual que otros órganos, el cerebro sufre cambios que merman su agilidad, hasta el punto de que uno de cada 10 ancianos acaba desarrollando algún tipo de enfermedad neurodegenerativa, alzhéimer u otras demencias. Sin embargo, también es cierto que muchos mayores vapulean a los jóvenes jugando al ajedrez, recuerdan de forma prodigiosa historias de juventud y dictan sentencia con sabios consejos ante dilemas que nadie sabe cómo resolver. ¿Qué hace que algunos ancianos escapen a ese deterioro que parece inevitable y otros no? ¿Existe alguna manera de esquivar la pérdida de capacidades cognitivas?

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Barcelona y del hospital Clínic de Barcelona tiene la respuesta: la educación continua desde la más tierna infancia permite llegar a la vejez con reservas mentales que permiten que el cerebro funcione bien, pese al deterioro físico. Es decir, que las personas que durante toda su vida llenan su despensa mental, en realidad están entrenando su cerebro para que en la vejez pueda funcionar bien, aunque tenga menos recursos fisiológicos.

Juan S. tiene 76 años. Devora libros, una media de dos por semana y, además, cada día lee dos periódicos. Aunque dejó de estudiar a los 16 años para ponerse a trabajar en la droguería de su padre, siempre ha leído mucho. También le ha gustado aprender idiomas, sabe inglés y francés, y los ha practicado siempre que ha tenido ocasión, incluso con los clientes de su droguería. Cuando los investigadores de la Universidad de Barcelona y del hospital Clínic le invitaron a participar en su investigación, no sabía que su reserva cognitiva es muy elevada. Además de él, en este estudio, publicado en la revista Neurobiology of Aging, han participado otras 44 personas mayores de 65 años divididas en tres grupos: 12 personas sanas, otras 12 diagnosticadas con una afectación cognitiva leve y 16, con enfermedad de Alzheimer en un estadio poco avanzado.

Para empezar, los investigadores calcularon la reserva cognitiva de cada uno de los participantes utilizando diferentes parámetros: los años de escolarización, el tipo de trabajo desarrollado, su implicación en actividades sociales, aficiones y otras actividades. A continuación, se introdujeron en su cerebro aplicándoles una resonancia magnética funcional mientras se les mostraba una serie de 50 fotografías que debían memorizar para, después, identificarlas mezcladas con otras 50 que nunca habían visto.

En el grupo de individuos sanos, lo primero que observaron es que "las personas con una mayor reserva cognitiva, a pesar de su avanzada edad, tenían menos atrofia cerebral, es decir, que tenían un mayor volumen cerebral, lo que se podría asociar con una menor pérdida de conexiones sinápticas entre neuronas", explica David Bartrés-Faz, del Grupo de Investigación en Neuropsicología de la Universitat de Barcelona y coordinador del estudio.

La segunda observación es que durante la labor de memorización, en el cerebro de las personas sanas con mayor reserva cognitiva "hay una menor activación de los circuitos del cerebro, evidenciado por un menor consumo de oxígeno, lo que significa que para hacer lo mismo necesitan menos recursos neuronales y, por tanto, son más eficaces", explica el investigador. Esto se traduce en que si en el cerebro con reservas empieza a aparecer un daño puede continuar haciendo lo mismo porque para funcionar necesita consumir menos recursos.

Los otros dos grupos de pacientes que han participado en la investigación presentaban un deterioro cognitivo leve o tenían alzhéimer. Todos estaban en el mismo estadio de la enfermedad, pero al observar su cerebro los investigadores pudieron comprobar que las personas con una mayor reserva cognitiva presentaban mayor actividad neuronal, aunque en realidad tenían un mayor grado de atrofia cerebral que las que tenían menores reservas.

Aunque parezca contradictorio respecto a los resultados obtenidos con los individuos sanos, no lo es. El cerebro con mayores reservas se activa más porque está entrenado para aprovechar redes alternativas cuando las habituales dejan de funcionar. "Esto significa que aunque las manifestaciones clínicas, las visibles, son las mismas y a nivel conductual rinden igual, en realidad las personas con mayor reserva están peor a nivel fisiológico, pero las reservas han compensado el deterioro", explica José Luis Molinuevo, jefe de la Unidad de Alzheimer y otros trastornos cognitivos del hospital Clínic de Barcelona. Aunque su cerebro esté más dañado, "la cantidad y la calidad de las conexiones cerebrales forjadas a lo largo de la vida hacen que sea más eficaz", añade Bartrés-Fez.

Cuando la enfermedad de Alzheimer se manifiesta en personas con una alta reserva cognitiva, significa que el deterioro físico de su cerebro está ya bastante avanzado. "La reserva cerebral no impide la aparición de la enfermedad, pero hace que el cerebro tenga recursos para aguantarla y que los síntomas se manifiesten más tarde. Cuando emerge, significa que el daño es muy grande y el individuo ha exprimido ya todos sus recursos", explica Molinuevo. Si la reserva es tan importante, puede ocurrir incluso que la persona sufra la enfermedad, pero muera sin haber llegado a sufrir ningún síntoma.

La teoría sobre la reserva cognitiva desvela que lo importante no es el número de neuronas, sino las conexiones que se establecen entre ellas, que se fortalecen con el uso y la estimulación cognitiva adecuada durante toda la vida. Cada vez hay más evidencias de que la capacidad cerebral no se encuentra tan sólo localizada en lugares concretos del cerebro, sino que está en red, y de que las personas con una mayor actividad intelectual desarrollan más redes durante toda la vida. Cuando son mayores, estas redes les ayudan a compensar las pérdidas.

"El sistema nervioso funciona como un todo, y si fallan algunas áreas, si se ha trabajado el cerebro, se pueden ver compensadas por otras. Incluso empieza a haber evidencias de que si se daña una función de un hemisferio, puede adoptarla el otro", explica Javier Meana, catedrático de Farmacología y responsable del Banco de Cerebros de la Universidad del País Vasco. Además, se cree que el mismo ejercicio que permite crear estas conexiones, también hace que la persona mayor, sana y activa, "hipotéticamente tenga una capacidad plástica mayor que le permitiría crear redes alternativas", afirma Molinuevo. Esta plasticidad es la que, posiblemente, conforme se van dañando zonas del cerebro, permite crear nuevas redes alternativas para cubrir las mismas funciones.

Otro reconocido estudio sobre las reservas cognitivas es el que la Universidad de Kentucky lleva a cabo desde los años ochenta con el seguimiento de 678 monjas de la Escuela de las Hermanas de Notre Dame, en Estados Unidos. Fue el primero en correlacionar que a mayor educación menor daño cerebral. También aporta datos sobre cómo el daño vascular merma las reservas cerebrales, lo que demuestra que para tener reservas también hay que cuidar la salud. "Las monjas con manifestaciones clínicas de la enfermedad también tenían lesiones vasculares de la sustancia blanca, en las pequeñas arterias que penetran dentro del cerebro, lo que hace pensar que las personas con lesiones vasculares pueden aprovechar menos las redes cerebrales que tenemos todos", explica Rafael Blesa, jefe del Servicio de Neurología del hospital de Sant Pau en Barcelona.

Otro estudio realizado en el 2001 por Nikolaos Scarmeas, de la Universidad de Columbia muestra que las personas con una intensa actividad intelectual y social tienen un riesgo un 38% menor de desarrollar algún tipo de demencia.

Las reservas mentales con las que se llega a la vejez no son sólo producto de la historia individual, sino también de la genética. Seguramente, los sabios que han pasado a la historia son una mezcla de la genética y del cultivo de reservas. "El azar sorprende a los que están preparados para recibirlo", afirma Meana.

El cerebro de Einstein a los 26 años es el de un genio que formuló uno de los descubrimientos más representativos del siglo XXI, la teoría especial de la relatividad. El cerebro de Einstein a los 60 años es el de un sabio que aconsejó al presidente Roosevelt en cuestiones de guerra, paz y energía nuclear. Así lo expone el neurólogo Elkhonon Goldberg, catedrático de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, que al alcanzar su sexta década de edad, por eso de ver el vaso medio lleno o medio vacío, decidió explorar la literatura científica para ver si la tercera edad le había preparado a su cerebro alguna ganancia y no sólo pérdidas. El resultado es un libro, La paradoja de la sabiduría, recientemente editado en español por Drakontos.

El cerebro de Einstein era excepcional, pero a una escala más modesta, a un nivel más mundano, también existen pequeños sabios. Ancianos que gozan de salud, que han cuidado su cerebro durante toda su vida y que lo continúan cuidando. "Es cierto que se merman habilidades como la memoria y que se pierde velocidad de procesamiento, lo que significa que no se pueden hacer varias tareas a la vez, pero el envejecimiento no es una pérdida mental", afirma Mercé Boada, responsable de la Unidad de Alzheimer del hospital de la Vall d'Hebrón.

En los ancianos, el más claro deterioro cognitivo está en la memoria y otras funciones ligadas como el aprendizaje y las funciones ejecutivas relacionadas con la acción y la planificación. Se pierde velocidad de procesamiento y capacidad para concentrarse en varias cosas a la vez. "Por eso muchas personas mayores tienen dificultades para conducir y, al mismo tiempo, utilizar el GPS", explica Boada.

Sin embargo, hay otras capacidades menos afectadas, "como el lenguaje, que la gente mayor cultivada utiliza incluso con mayor eficiencia que los jóvenes gracias al conocimiento acumulado", añade Boada.

¿Cómo se cultiva la reserva cognitiva? Con una actividad intelectual intensa durante toda la vida que haga trabajar el cerebro igual que en el gimnasio se ejercitan otros músculos del cuerpo. No se cultiva sólo con carreras universitarias. "Centramos lo que es reserva intelectual en lo que hemos aprendido a nivel académico, y no es eso. El envejecimiento lo que nos permite es ser sabios, pero esa sabiduría puede ser la de un campesino, la de un albañil o la de un catedrático que haya cultivado el cerebro", afirma Boada. En definitiva, se trata de alimentar la curiosidad y desafiar el intelecto.

Aunque se tengan reservas, también es importante mantener el cerebro activo durante la vejez con diferentes actividades intelectuales, como la lectura o el juego, relaciones sociales, como tertulias, y con ejercicio físico que contribuya a oxigenar las neuronas y mejore las funciones ejecutivas. Las personas mayores que se jubilan y deciden hacer una carrera pueden obtener rendimientos tan buenos como una persona joven, aunque "las universidades de la tercera edad requieren otra metodología, un ritmo más lento, más enfocado, más corto, aunque más elaborado y más rico", afirma la investigadora.

También la memoria tiene pérdidas y ganancias, sobre todo si existen reservas. Con la vejez, las zonas del cerebro implicadas en la memoria a corto plazo son las más afectadas, "sin embargo, la información enraizada que se guarda, la memoria explícita, resultado del aprendizaje, sigue activa", explica Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona. "Por economía, el cerebro mantiene los recuerdos que biológicamente son más rentables, ya que está entrenado para saber biológicamente qué situaciones le son más rentables", explica Meana.

El reconocimiento de patrones acumulados es lo que permite a los ancianos reconocer situaciones y aplicar su sabiduría. "Ante una novedad, el cerebro joven atenderá, observará y se lanzará a manipular rápidamente", explica Boada. "El cerebro anciano será más lento y conservador, es como si observase a distancia, midiese el entorno, lo relacionase con su conocimiento y entonces decidiese si actuar o no y cómo", concluye.

Autor: Mónica L. Ferrado

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