lunes, 9 de julio de 2007

Ayer Néctar ¿y la Muñequita Sally?


Ahora que el señor Presidente Don Alan García ha condecorado póstumamente a los integrantes del grupo Néctar habría que recordarle la también trágica muerte de la Muñequita Sally y también de otro artista, fallecido hace años y que a la fecha no tiene condecoración, Chacalón. Hay que recordarlo para que su noble gesto no sea visto como un simple acto de utilización política del dolor y el llanto popular. Hay que hacerle notar su involuntario olvido para que el acto de condecoración no sea visto como una réplica de las múltiples condecoraciones que reparte, a diestra y siniestra, cualquier gobernante demagogo, populista o manipulador. Sabemos que nuestro presidente abunda en escrúpulos y goza de todos los pergaminos para reconocerle su culto y afán por el respeto total, pleno, a los valores y principios. Sabemos también que la mentira y la falsedad no son gratas, mas bien distantes, a los usos y costumbres presidenciales. Por eso, estamos seguros señor presidente que jamás fingiría un rostro compungido, pues usted, que nos enseñó a no ser ingenuos, sería incapaz de traicionar sus propias enseñanzas. Es por ello, porque sabemos que siempre es el mismo, que jamás actúa con doblez, que le recordamos ese lamentable olvido.
Señor presidente no olvide la condecoración a otros grandes de nuestra música popular. Hay muchos, que desde el otro mundo, lo observan con una sonrisa llena de esperanza, la esperanza de engalanar su terrenal trayectoria con un halago muy vistoso presidencial. Acuérdese de ellos presidente. El Jilguero del Huascarán, Pastorita Huaracina, la Muñequita Sally, Chacalón, todos ellos no merecen la indiferencia presidencial más aún cuando ésta podría ser injustamente interpretada. Nosotros sabemos señor presidente que usted no canta rancheras ni música extranjera, más bien es un cultor de nuestra música popular. Estamos seguros que su gesto no tiene nada que ver con el repudio nacional que se manifiesta en tomatazos y botellas cuando no silbidos que se lanzan a su ágil paso. Sería mezquino tratar de ver alguna relación entre su actitud apenada y solidaria con su acelerada y dramática caída en las encuestas. Somos testigos conscientes que usted acude a cuanto lugar desee sin guardaespaldas cargosos ni periodistas melosos o adulones que le consultan sobre qué desea hablar. No haga que malinterpreten su noble gesto Dr. García. Demuestre su histórica coherencia, aquella que de manera sólida e inclaudicable, hace que creamos en usted a rajatabla, cautivados por el mágico sonido de su verbo divorciado para siempre de su pasada, y legendaria, demagogia. No defraude a aquellos que votaron por usted pensando en que era el "mal menor". Presidente no permita ¡por favor! que dudemos de aquello que nos repiten día y noche, con ternura, sus circundantes aúlicos: Que usted, Dr. Alan García, ha cambiado.