(imagen de Perú 21)
Un muerto en Apurímac. Un disparo en el torax acabó con la vida del humilde campesino Jorge Altamirano en un enfrentamiento con la Policía Nacional, cuando reclamaba por la libertad de otros dirigentes. Este es el terrible resultado de querer gobernar al ritmo de una derecha cavernaria desesperada por recuperar sus espacios perdidos en la transición democrática. El gobierno del Dr. Alan García con su soberbia y violencia verbal pareciera haberse propuesto destruir nuestra alicaída democracia y nuestra endeble convivencia social. El llamado presidente de todos los peruanos, en una actitud despreciable, dedicó más de una jornada a insultar a cuanto ciudadano se dignara protestar contra su penoso gobierno. No se dio cuenta el Dr. García que él y su gabinete son los culpables de haber generado una escalada de protestas sociales sin precedentes aún durante el fujimorato, una escalada que nace de la decepción por el incumplimiento de las promesas y por el creciente despilfarro de los recursos públicos en actividades que muchas veces lindan con la corrupcíón más espantosa, corrupción que inevitablemente nos hace recordar al primer gobierno aprista. Porque linda o no linda con la corrupción lo que hizo el Ministro de Educación al encargar a peluquerías la refacción de colegios. Es o no es corrupción la sobrevaloración detectada de libros escolares. Es o no es corrupción el tráfico de títulos y nombramientos en las dependencias encargadas de la selección de profesores. El señor José Antonio Chang, cuyo único mérito es ser socio del señor Garrido Lecca, no acaba de entender lo que es una política pública y así, en la ignorancia, pretende hacer reformas. Lo más lamentable es que en el gabinete no se dan por aludidos con las protestas sociales. A cada protesta social responden candorosamente que no están cansados y que desean seguir en la brega. Ellos no estarán cansados pero el país sí, de tantos errores, tanta soberbia y tanta corruptela. Lo más probable es que, alejados por completo de la realidad, insistan en permanecer al frente de carteras ministeriales que ya pocos respetan, tratando de no ver que la solución a los actuales conflictos es política, y como tal se amerita un cambio radical de gabinete. Y en medio de todo esto las estadísticas siguen incrementando al número de muertos. Por muchísimo menos se le hizo la vida imposible a más de un Ministro del Interior del gobierno de Alejandro Toledo. Pero ahora, en los tiempos de Mantilla, el Dr. Luis Alva Castro ni se da por aludido, sigue jugando a las escondidas al frente de una cartera cuyos pocos aciertos han sido gracias a la policía y no a su dirección. Y en medio de todo esto, el premier insiste en viajar y en jugar al papel de bombero. No se da cuenta que él, con su actitud, es uno de los principales causantes del fuego.