Han pasado 15 días del mensaje presidencial de Fiestas Patrias. 15 días en que la ingenuidad ha llevado a que un grupo de ciudadanos se ponga a reflexionar, con solemnidad, sobre el "pacto social".
En el interín, los altos funcionarios de la nación, es decir los ministros, se han dedicado a discutir públicamente cuestiones sin sentido, generalidades, acusaciones, promesas caprichosas, en un afán de copar las primeras páginas con imágenes en lugar de preocuparse por transmitir esencia y contenidos.
Una de las acusaciones fue la que hizo el sábado el Ministro Ismael Benavides contra su antecesor José "Chiquitín" Salazar. Fueron acusaciones de probables delitos de corrupción. De inmediato salieron en defensa del ex ministro tanto el Premier Jorge del Castillo como algunos congresistas. El Ministro Benavides con esos gestos habrá entendido el mensaje.
En la noche del domingo, el señor Benavides fue invitado en vivo a un programa de televisión usualmente generoso con el señor Alan García. Allí lo sucedido con el ministro Ismael Benavides fue patético. Obligado por la producción de Cuarto Poder a enfrentarse en vivo al ex ministro "Chiquitín" Salazar fue una muestra de como el gobierno aprista trata a quién se atreve a ser sincero y denunciar un posible acto de corrupción.
Con la mirada esquiva, sorprendido, mirando el escritorio, el ministro Benavides tomaba nota de con quién se había metido: un militante aprista. La confrontación ante las cámaras de televisión se lo demostraba. Habrá terminado de entender allí, en el set, el porqué no tuvo apoyo. Ni del partido ni del premier. Mucho menos del presidente. El gobierno aprista hace espíritu de cuerpo con cualquier acto de corrupción.
Si el ministro Ismael Benavides no renuncia es porque en nuestro país hay crisis de dignidad. Pero situaciones personales aparte lo que ha pasado nos daría alguna señal de porqué el presidente García no hace cambios en su gabinete ministerial.
La primera reflexión nos lleva a pensar que salvo militantes de su partido, son muy pocos los que, en su sano juicio, quisieran trabajar con este gobierno. Nadie, en todo caso, que se respete a sí mismo.
El que ingrese al gabinete tendrá que callar sobre el copamiento de puestos existente. Tendrá que avalar con su silencio el ingreso de miles de incompetentes con tarjetazo. El que acepte ser ministro tendrá que prepararse mentalmente para ser tratado como secretario y estar dispuesto a que le llamen la atención públicamente. Los nuevos funcionarios tendrán que hacer espíritu de cuerpo con actos de aparente corrupción. El que llegue al gabinete tendrá que entender que la sumisión es su función.
Sin embargo sabemos que siempre habrá alguien dispuesto a colocarse el fajín. Como decía el ex ministro Carlos Boloña siempre hay quién, que con tal de salir en la foto, es capaz de aceptar ser cardenal.
Pero esos no son los mejores.
Hay en estos momentos un proceso de deterioro evidente. El actual gabinete jamás fue un equipo de lujo. Lo está demostrando con sus múltiples errores e incompetencias. En su favor se puede decir que la culpa no es de ellos, que la agenda se la impone el presidente. En su contra se puede decir que ese es, definitivamente, el principal de sus pecados.
Como sea, creemos que esa es la causa principal por la cual el presidente no hace cambios. Que pocos desean trabajar con él. Y esto afecta la marcha, ya en problemas, del país. No hay confianza y no generan nuevos impulsos. Sólo hay decepción. Decepción porque se tuvo de todo y no se ha hecho nada sustantivo por la nación.
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