viernes, 10 de agosto de 2007

Conviviendo con la corrupción

De tanta noticia que muestra serios indicios de corrupción en el gobierno de Alan García, la ciudadanía se está acostumbrando a convivir con ella.

Es un fenómeno muy peligroso. El dinero se evapora rápidamente con las prácticas corruptas. La corrupción es la principal enemiga del desarrollo.

Desde el primer día el gobierno insinuaba sus intenciones. Licitaciones a dedo, inventos de emergencias naturales como el fénomeno del Niño o virales como la rubeola, fueron la justificación para el gasto de miles de millones de soles.

Hasta la fecha, ni el Congreso en primer lugar, ni la sociedad en segundo ni los medios de comunicación piden la rendición de cuentas de dichas acciones o gastos.

Posteriormente continuó el festival de irregularidades. La compra sobrevaluada de patrulleros, de ambulancias, de medicinas, las falsas obras de reparación, fueron durante el primer semestre las estrellas nefasta de la nuva gestión.

En estos días son nuevamente los patrulleros, los insumos para las fuerzas policiales, las consultorías, la falsa austeridad las que nos llevan a percibir la existencia de un enrarecido clima donde la honestidad se deja de lado.

La visita de el ex presidente Samper me recordó las palabras del actual presidente colombiano Alvaro Uribe. Más o menos decía que para que exista corrupción "exitosa" se requiere de un corruptor (el empresario), un corrupto (el funcionario del gobierno) y el silencio cómplice de los medios de comunicación. Esta verdad redonda, que ya antes la había esbozado un intelectual de la talla de Ignacio Ramonet, es de completa aplicación en cualquier lugar del Mundo.

El Dr. Alan García habló, en su primer mensaje, de la inmediata convocatoria ciudadana para contar con un Zar anticorrupción. Esta figura, dejada de lado torpemente desde el anterior gobierno, se hacía importante en un contexto de lucha contra la corrupción con un alto componente moral. Ha pasado más de un año y la lucha contra la corrupción en este gobierno es absolutamente inconsistente y más bien, de manera descarada, se protege a quiénes incurren en ella.

En algunos casos la protección verbal, que ya es mucho, viene de la figura del propio presidente.Aún más, el presidente se olvidó de la convocatoria del "zar" y no hubo ni una palabra hacia su figura y lo que representa en su segundo mensaje a la Nación.

Pero este post tiene que ver también con los otros miembros del trípode de la corrupción. ¿Cuántos empresarios existen que se presten a prácticas corruptas con devoción? ¿Qué dice la ley respecto a ellos? ¿ Qué papel, al menos ético y moral, juegan los medios que -con conocimiento de causa - silencian los actos corruptos que nacen en las mas altas esferas del poder?

Es cierto que hay muchos empresarios correctos y honestos. Lo mismo sucede en el ámbito mediático. Pero del falso espíritu de cuerpo de los primeros y del silencio de los segundos nace una complicidad a prueba de tribunales.

Los graves indicios de corrupción que ya se está notando, que son más que evidentes, en el actual gobierno son cosa seria. Según tratados del Banco Mundial basta con que un porcentaje del 20% de la población perciba que existe corrupción para que el asunto ya se torne en problema de moral pública.

Pero hay otros cómplices de la corrupción.

Cuando el espíritu de figuración vence a los que deben guardar distancia del poder y acuden al llamado del mismo se convierten en cómplices involuntarios de la corrupción. ¿Por qué? porque devienen en críticos mediatizados. Cooptados dirían otros. Pero limitados en la crítica al fin y al cabo.

Eso está sucediendo con el llamado a personalidades que hace permanentemente el gobierno central. No es la necesidad de cubrir la ausencia de cuadros. Si fuera así los dejarían actuar. Es la necesidad de mediatizar, de anular la crítica.

Así, estos ciudadanos que deberían ser la reserva moral, se convierten en silenciosos espectadores de lo que ya es evidente: que vivimos un clima de corrupción generalizada.

Cuando el olor de lo podrido sea insoportable más de uno será el culpable que se repitan escenas que vivimos entre los años 1985 y el 2000.