Uno de los graves problemas de nuestro país ha sido tener un conjunto de políticos (no sólo gobernantes) que encontraron en la administración pública una forma de servirse a sí mismos. Estos individuos, para los cuáles la impunidad es una palabra que les sale barata, se enriquecieron a costa del estado, empobreciendo con su corrupción a la mayor parte de habitantes de un país como el nuestro, perplejo e incapaz de levantar la voz ante tantos atropellos.
Durante el gobierno de Alberto Fujimori, se vendió empresas y riquezas por varios miles de millones de dólares, de manera injustificada, que originaron la gran brecha existente hoy entre los que más y menos tienen. Parte de la discusión, hasta hoy, consiste en saber dónde están varios miles de estos millones de dólares que por obra de la corrupción desaparecieron.
Fujimori vendía para tapar los huecos, el forado que dejaban los actos corruptos de su gobierno. En varias oportunidades hemos escrito en este blog que un síntoma de corrupción es el deterioro de los servicios públicos, aún teniendo grandes recursos. El problema de estos días no es la ausencia de recursos. Ellos abundan. Es qué hacer con ellos. No hay que vender nada como pretende el señor Alan García.
Si de vender se tratara para poder lograr el desarrollo ni Malasia, ni Japón, ni Taiwan gabrían logrado el desarrollo pues son rocas volcánicas sin mucha agua, sin minerales abundantes, sin bosques, sin oro, sin gas. Igual sucedería con Finlandia que no se ha desarrollado por vender sus bosques o su bacalao o su vodka sino por el conocimiento, logrado gracias a la educación.
Pero estos países piensan a largo plazo y no en el horizonte de la encuesta como piensa García y los empresarios que lo rodean. Se requiere dotes de estadista para pensar a largo plazo.
El gato de despensero hace lo que se le da la gana, es el guardián equivocado. Más aún cuando no hay una oposición congresal que entienda que su rol no es llevarse bien en el coctel sino hacer control político y fiscalizar, a la par de proponer. El gato de despensero también se muestra a sus anchas cuando algunos medios de comunicación silencian sus tropelías y se enojan cuando algunos, pocos, se atreven a decirle que su comportamiento es errado o corrupto. El gato de despensero gusta aparentar, pregona lo que no practica, dice ser austero siendo un gran gastador. Se jacta de la honestidad cuando intenta destruir o acallar a los que sí lo son. Se rodea de otros mininos, expertos en leguleyadas, que le preparan el camino para el remate "legal". El gato de despensero es experto en el engaño, distrayendo, desinformando, para que no se den cuenta de sus tropelías. Para el gato en el despensero es indispensable contar con un grupete que lo rodee y le diga que es el mas vivo de todos, el único, que siga así, lanzando mensajes que sirvan para cambiar el foco de los asuntos de fondo.
El gato de despensero quiere hacer pasar por enemigo a aquel que es celoso guardián de los bienes de la casa que todos habitan. Es necesario.Así no sólo podrá hacer a sus anchas lo que desee en la despensa sino también en el dormitorio y el hogar.
El enemigo del desarrollo son los pueblos, que llevados por la irreflexión votan por el gato para que haga el papel de despensero.