El discurso presentado es falso. Y es indignante porque se pretende, a partir de un texto apócrifo, generar opinión negativa sobre un sector político en especial, en este caso la izquierda llamada progresista.
Ignoramos la fuente de información del señor Maríátegui pero lo mínimo que debería hacer el periodismo serio es corroborar la veracidad de la información más aún tratándose de las palabras de un Jefe de Estado.
El discurso verdadero del Presidente Sarkozy es el siguiente y a continuación verán el texto falso aparecido en el diario Correo de hoy. Saquen sus propias conclusiones.
"Alocucion del Presidente de la Republica, Nicolas SARKOZY, con ocasion de la ceremonia de investidura.
Paris, 16 de mayo de 2007
Señoras y Señores,
En este día en que oficialmente tomo posesión de mis funciones de presidente de la República Francesa, pienso en Francia, ese viejo país que tantas pruebas ha vivido y que siempre se ha repuesto, que siempre ha hablado por todos los hombres y cuya pesada labor de representación asumo yo ahora, ante el mundo.
Pienso en todos los presidentes de la V República que me han precedido. Pienso en el General De Gaulle que salvó dos veces a la República, que devolvió a Francia su soberanía y al Estado su dignidad y su autoridad. Pienso en Georges Pompidou y en Valéry Giscard d'Estaing quienes, cada uno a su modo, hicieron tanto para que Francia entrara de lleno en la modernidad.
Pienso en François Mitterrand, quien supo preservar las instituciones y encarnar la alternancia política, en un momento en que era necesaria para que la República fuera de todos los franceses.
Pienso en Jacques Chirac, quien durante doce años ha obrado por la paz y ha hecho brillar los valores universales de Francia en el mundo. Pienso en el papel que ha desempeñado para conseguir que todos los hombres tomen conciencia de la inminencia del desastre ecológico y de la responsabilidad de cada uno de ellos para con las generaciones futuras.
Pero en este instante tan solemne, primero, tengo presente al pueblo francés que es un gran pueblo, que tiene una gran historia y que se ha alzado para expresar su fe en la democracia, para decir que ya no quería ser pasivo. Pienso en el pueblo francés que siempre ha sabido superar las pruebas con coraje y hallar en él la fuerza para transformar el mundo.
Pienso con emoción en esa espera, en esa esperanza, en esa necesidad de creer en un futuro mejor que tan fuertemente se han expresado, durante la campaña que acaba de concluirse. Pienso, con gravedad, en el mandato que el pueblo francés me ha encomendado y en esa exigencia tan fuerte que lleva en él y que no tengo derecho a defraudar.
Exigencia de reunir a los franceses, porque Francia no es fuerte, sino cuando está unida y porque hoy necesita estar unida para superar los desafíos a los que se enfrenta.
Exigencia de respetar la palabra que he dado y de cumplir con los compromisos, porque la confianza jamás ha estado tan maltrecha, tan frágil. Exigencia moral porque jamás la crisis de valores ha sido tan profunda, porque jamás la necesidad de encontrar puntos de referencia ha sido tan fuerte.
Exigencia de rehabilitar los valores del trabajo, del esfuerzo, del mérito, del respeto, porque esos valores son la base de la dignidad de la persona humana y la condición para el progreso social.
Exigencia de tolerancia y de apertura, porque jamás la intolerancia y el sectarismo han sido tan destructores, porque jamás ha sido tan necesario que todas las mujeres y todos los hombres con buena voluntad pongan en común sus talentos, sus inteligencias, sus ideas para imaginar el futuro.
Exigencia de cambio, porque jamás el inmovilismo ha sido tan peligroso para Francia como en este mundo en plena mutación, en el que cada uno se esfuerza para cambiar más rápido que los demás, donde todo retraso puede resultar fatal y se vuelve irrecuperable.
Exigencia de seguridad y de protección, porque nunca ha sido tan necesario combatir el miedo al futuro y ese sentimiento de vulnerabilidad que desalienta a tomar la iniciativa y a correr riesgos.
Exigencia de orden y de autoridad, porque hemos cedido demasiado al desorden y a la violencia, perjudiciales ante todo para los más vulnerables y los más humildes.
Exigencia de resultados, porque los franceses están hartos de que en su vida cotidiana nada mejore jamás, porque los franceses están hartos de que su vida cotidiana sea cada vez más pesada, cada vez más dura, porque los franceses están hartos de los sacrificios que se les impone sin ningún resultado.
Exigencia de justicia porque, desde hace mucho tiempo, jamás tantos franceses han tenido un sentimiento tan fuerte de injusticia, ni el sentimiento de que los sacrificios no se repartían equitativamente, ni de que los derechos no eran iguales para todos.
Exigencia de romper con los comportamientos del pasado, los hábitos de pensamiento y el conformismo intelectual, porque los problemas que se deben resolver nunca han sido tan inéditos.
El pueblo me ha encomendado un mandato. Lo cumpliré. Lo cumpliré escrupulosamente, con la voluntad de ser digno de la confianza que me han mostrado los franceses.
Defenderé la independencia y la identidad de Francia.
Velaré por el respeto de la autoridad del Estado y por su imparcialidad.
Me esforzaré para construir una República basada en derechos reales y una democracia irreprochable.
Lucharé por una Europa que proteja, por la Unión del Mediterráneo y por el desarrollo de África.
Haré, de la defensa de los Derechos Humanos y de la lucha contra el cambio climático, las prioridades de la acción diplomática de Francia en el mundo.
La labor será difícil y deberá enmarcarse en el tiempo.
Cada uno de vosotros, en el lugar que os corresponde en el Estado, y cada ciudadano en el que le corresponde en la sociedad, tiene vocación de participar.
Quiero expresar mi convicción de que, cuando se está al servicio de Francia, no hay campos. No hay más que las buenas voluntades de aquellos que aman a su país. No hay más que competencias, ideas y convicciones de aquellos que actúan por la pasión del interés general.
Digo, a todos los que quieren servir a su país, que estoy dispuesto a trabajar con ellos y que nos les pediré que renieguen de sus convicciones, que traicionen a sus amistades y que olviden su historia. Son ellos quienes deciden, con su alma y su conciencia de hombres libres, cómo desean servir a Francia.
El 6 de mayo no hubo sino una única victoria, la de Francia, que no quiere morir, que quiere orden pero también movimiento, que quiere progreso pero también fraternidad, que quiere eficacia pero también justicia, que quiere identidad pero también apertura.
El 6 de mayo no hubo sino un único vencedor, el pueblo francés que no quiere rendirse, que no quiere dejarse encerrar en el inmovilismo y en el conservadurismo, que ya no quiere que se decida por él, que se piense por él.
Pues bien, a esa Francia que quiere seguir viviendo, a ese pueblo que no quiere rendirse, los cuales merecen nuestro amor y nuestro respeto, quiero decirles que estoy determinado a no defraudarlos.
¡Viva la República!
¡Viva Francia! "
Paris, 16 de mayo de 2007
Señoras y Señores,
En este día en que oficialmente tomo posesión de mis funciones de presidente de la República Francesa, pienso en Francia, ese viejo país que tantas pruebas ha vivido y que siempre se ha repuesto, que siempre ha hablado por todos los hombres y cuya pesada labor de representación asumo yo ahora, ante el mundo.
Pienso en todos los presidentes de la V República que me han precedido. Pienso en el General De Gaulle que salvó dos veces a la República, que devolvió a Francia su soberanía y al Estado su dignidad y su autoridad. Pienso en Georges Pompidou y en Valéry Giscard d'Estaing quienes, cada uno a su modo, hicieron tanto para que Francia entrara de lleno en la modernidad.
Pienso en François Mitterrand, quien supo preservar las instituciones y encarnar la alternancia política, en un momento en que era necesaria para que la República fuera de todos los franceses.
Pienso en Jacques Chirac, quien durante doce años ha obrado por la paz y ha hecho brillar los valores universales de Francia en el mundo. Pienso en el papel que ha desempeñado para conseguir que todos los hombres tomen conciencia de la inminencia del desastre ecológico y de la responsabilidad de cada uno de ellos para con las generaciones futuras.
Pero en este instante tan solemne, primero, tengo presente al pueblo francés que es un gran pueblo, que tiene una gran historia y que se ha alzado para expresar su fe en la democracia, para decir que ya no quería ser pasivo. Pienso en el pueblo francés que siempre ha sabido superar las pruebas con coraje y hallar en él la fuerza para transformar el mundo.
Pienso con emoción en esa espera, en esa esperanza, en esa necesidad de creer en un futuro mejor que tan fuertemente se han expresado, durante la campaña que acaba de concluirse. Pienso, con gravedad, en el mandato que el pueblo francés me ha encomendado y en esa exigencia tan fuerte que lleva en él y que no tengo derecho a defraudar.
Exigencia de reunir a los franceses, porque Francia no es fuerte, sino cuando está unida y porque hoy necesita estar unida para superar los desafíos a los que se enfrenta.
Exigencia de respetar la palabra que he dado y de cumplir con los compromisos, porque la confianza jamás ha estado tan maltrecha, tan frágil. Exigencia moral porque jamás la crisis de valores ha sido tan profunda, porque jamás la necesidad de encontrar puntos de referencia ha sido tan fuerte.
Exigencia de rehabilitar los valores del trabajo, del esfuerzo, del mérito, del respeto, porque esos valores son la base de la dignidad de la persona humana y la condición para el progreso social.
Exigencia de tolerancia y de apertura, porque jamás la intolerancia y el sectarismo han sido tan destructores, porque jamás ha sido tan necesario que todas las mujeres y todos los hombres con buena voluntad pongan en común sus talentos, sus inteligencias, sus ideas para imaginar el futuro.
Exigencia de cambio, porque jamás el inmovilismo ha sido tan peligroso para Francia como en este mundo en plena mutación, en el que cada uno se esfuerza para cambiar más rápido que los demás, donde todo retraso puede resultar fatal y se vuelve irrecuperable.
Exigencia de seguridad y de protección, porque nunca ha sido tan necesario combatir el miedo al futuro y ese sentimiento de vulnerabilidad que desalienta a tomar la iniciativa y a correr riesgos.
Exigencia de orden y de autoridad, porque hemos cedido demasiado al desorden y a la violencia, perjudiciales ante todo para los más vulnerables y los más humildes.
Exigencia de resultados, porque los franceses están hartos de que en su vida cotidiana nada mejore jamás, porque los franceses están hartos de que su vida cotidiana sea cada vez más pesada, cada vez más dura, porque los franceses están hartos de los sacrificios que se les impone sin ningún resultado.
Exigencia de justicia porque, desde hace mucho tiempo, jamás tantos franceses han tenido un sentimiento tan fuerte de injusticia, ni el sentimiento de que los sacrificios no se repartían equitativamente, ni de que los derechos no eran iguales para todos.
Exigencia de romper con los comportamientos del pasado, los hábitos de pensamiento y el conformismo intelectual, porque los problemas que se deben resolver nunca han sido tan inéditos.
El pueblo me ha encomendado un mandato. Lo cumpliré. Lo cumpliré escrupulosamente, con la voluntad de ser digno de la confianza que me han mostrado los franceses.
Defenderé la independencia y la identidad de Francia.
Velaré por el respeto de la autoridad del Estado y por su imparcialidad.
Me esforzaré para construir una República basada en derechos reales y una democracia irreprochable.
Lucharé por una Europa que proteja, por la Unión del Mediterráneo y por el desarrollo de África.
Haré, de la defensa de los Derechos Humanos y de la lucha contra el cambio climático, las prioridades de la acción diplomática de Francia en el mundo.
La labor será difícil y deberá enmarcarse en el tiempo.
Cada uno de vosotros, en el lugar que os corresponde en el Estado, y cada ciudadano en el que le corresponde en la sociedad, tiene vocación de participar.
Quiero expresar mi convicción de que, cuando se está al servicio de Francia, no hay campos. No hay más que las buenas voluntades de aquellos que aman a su país. No hay más que competencias, ideas y convicciones de aquellos que actúan por la pasión del interés general.
Digo, a todos los que quieren servir a su país, que estoy dispuesto a trabajar con ellos y que nos les pediré que renieguen de sus convicciones, que traicionen a sus amistades y que olviden su historia. Son ellos quienes deciden, con su alma y su conciencia de hombres libres, cómo desean servir a Francia.
El 6 de mayo no hubo sino una única victoria, la de Francia, que no quiere morir, que quiere orden pero también movimiento, que quiere progreso pero también fraternidad, que quiere eficacia pero también justicia, que quiere identidad pero también apertura.
El 6 de mayo no hubo sino un único vencedor, el pueblo francés que no quiere rendirse, que no quiere dejarse encerrar en el inmovilismo y en el conservadurismo, que ya no quiere que se decida por él, que se piense por él.
Pues bien, a esa Francia que quiere seguir viviendo, a ese pueblo que no quiere rendirse, los cuales merecen nuestro amor y nuestro respeto, quiero decirles que estoy determinado a no defraudarlos.
¡Viva la República!
¡Viva Francia! "
TEXTO FALSO APARECIDO EN LA COLUMNA DE ALDO MARIÁTEGUI EN EL DIARIO CORREO DEL 16 DE AGOSTO DEL 2007
Para Dieguito, Suzy y Javiercito 0.5%
Confieso que no soy hincha de Sarkozy. Me pareció ridículo que haya impedido la compra de Danone por Pepsi cuando fue ministro, no lo creo un liberal completo (¿existirá alguno en Francia?), me parece pésima su postura en contra de que Turquía ingrese a la Unión Europea o frente a la inmigración, y no me gusta su ambivalencia frente al euro. Pero algo tiene de Margaret Thatcher, ese portento que rescató a Inglaterra de la decadencia. Transcribo a continuación su discurso de asunción de mando, donde le da con palo a los “caviares”, los rojos, los oenegeístas y a los “progres”, aquellos que quieren imponernos la dictadura de lo políticamente correcto: “Hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de los intelectuales progresistas. El pensamiento único es el del que lo sabe todo y que condena la política mientras la practica. No vamos a permitir mercantilizar el mundo, en el que no quede lugar para la cultura: desde 1968 no se podía hablar de moral. Nos habían impuesto el relativismo. La idea de que todo es igual: lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes. Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta. Que las buenas maneras habían terminado. Que no había nada sagrado, nada admirable. Era el eslogan de mayo del 68 en las paredes de la Sorbona: ‘Vivir sin obligaciones y gozar sin trabas’. Quisieron terminar con la escuela de la excelencia y del civismo. Asesinaron los escrúpulos y la ética. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder. La crisis de la cultura del trabajo es una crisis moral. Voy a rehabilitar el trabajo. Dejaron sin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase: ‘Se ha abierto una fosa entre la Policía y la juventud’. Los vándalos son los buenos y la Policía es la mala. Como si la sociedad fuera siempre la culpable y el delincuente el inocente... Defienden los servicios públicos, pero jamás usan un transporte colectivo. Aman tanto la escuela pública, pero sus hijos estudian en colegios privados. Dicen adorar la periferia y jamás viven en ella. Firman peticiones cuando se expulsa a algún ‘okupa’ (invasor), pero no aceptan que se instalen en sus casas. Esa izquierda que desde mayo del 68 ha renunciado al mérito y al esfuerzo. Que atiza el odio a la familia, a la sociedad y a la república. Esto no puede ser perpetuado en un país como Francia y por eso estoy aquí. No podemos inventar impuestos para estimular al que cobra del Estado sin trabajar. ¡Quiero crear una ciudadanía de Deberes! ¡Primero los Deberes, luego los Derechos!”.
Aldo+Mariategui discurso+Sarkozy+investidura