En un nuevo acto de improvisación el premier Jorge del Castillo ha dicho ahora que el pacto social será vinculante. ¿Con quién o entre quiénes?. Las personas convocadas sólo se representan a si mismas. A lo mucho representan a algunos estudios de abogados, ong´s o consultoras. No representan ni a partidos políticos ni a sectores sociales o gremiales.
La palabra vinculante suena bonito. Al transmitirse a través de los medios contribuye a convertir en solemne el debate. Aún más hablar de proyectos vinculantes suena a consenso. Y la palabra consenso suena más bonito aún.
Pero de palabras bonitas está empedrado el camino de la ingobernabilidad.
El gobierno insiste en colocar en la agenda temas inconsistentes que sirven únicamente para ganar tiempo. El tiempo que necesitan, por ejemplo, los ministros para ver qué fórmulas mágicas utilizan para poder cumplir con los caprichos presidenciales. El tiempo que necesitan, también, para presentarse ante un Congreso, que comprensivo y complaciente es incapaz de tomar la iniciativa y llamarlos.
Porque esa es la realidad del país: un país que se rige por caprichos e improvisaciones presidenciales.
En tanto el país discute temas enanos, de la dimensión del coeficiente político del gobierno.
La temática del pacto social es minúscula. Se ubica en el ámbito de la informalidad como lo reconoce uno de los abogados convocados. El premier, por su deformación jurídica, cree que se gobierna con decretos, leyes, normas sin mediar planificación alguna. No puede ver, que si las leyes se hacen de espaldas a la realidad simplemente no sirven pues no se cumplirán.
El premier Del Castillo dijo, improvisadamente, que el tema del salario mínimo se resolvía en un mes y punto. La ministra Pinilla dijo hay que esperar al 23 de agosto y punto. El congresista Mulder dijo que ya hay una propuesta del presidente y punto. Una vez más en el mundo del capricho presidencial y punto.
Y en el interín siguen incubándose problemas. Problemas más graves que la revuelta social que tanto asusta a este gobierno. Más graves porque los problemas que vienen afectarán la economía que minimiza o quita sostenibilidad a la violencia social.
Las exportaciones están cayendo, tenemos un dólar que nos quita competitividad, se debaten públicamente las variables laborales como el sueldo mínimo, la economía mundial se está deteniendo, no hemos hecho ni una sóla reforma profunda, los precios de nuestros minerales están cayendo y de los alimentos y combustibles subiendo. Pero a pesar de todas estas señales seguimos pensando, confiadamente, en el crecimiento económico automático.
En el año 2001 el país estaba en recesión. El manejo clientelista y corrupto de Fujimori colocó desde el año 1997 a nuestra economía en rojo. Con gran esfuerzo el Perú despegó. Los gobiernos de Valentín Paniagua y Alejandro Toledo sentaron las bases. El crecimiento sostenido de nuestro PBI en los años siguientes configuró un escenario que necesitaba de refuerzos para un nuevo impulso. Esa era la primera tarea de Alan García. Al igual que los cohetes espaciales se requería de una nueva explosión a mitad del camino para seguir en la ruta. No se hizo. Se perdió un año valioso. Por la forma como gobierna el Dr. García todo parece indicar que podríamos perder cinco. En lugar de hacer reformas la aparición de la corrupción y el mal uso del presupuesto están minando las bases de una economía que el APRA y el gobierno encontraron sólida. Surge entonces la pregunta ¿Cuál es el papel de la oposición?
La oposición no es un colectivo virtual que toma forma y se une para disputar una mesa directiva. La oposición tiene un rol que le ha dado el votante. Ese rol es fiscalizar y proponer. Fiscalizar a un gobierno que se siente impune e inmune y proponer políticas públicas de calidad que contrapesen la incapacidad e improvisación del gobierno.
Si la oposición no empieza a cumplir su papel, dejando de lados absurdos como el pacto social, también será responsable del deterioro del país. La oposición debe actuar con madurez ignorando los cantos de sirena de la inmovilización que vienen del sobrestimado pacto.
Y la oposición debe contribuir a consolidar las instituciones que el APRA se empeña en destruir. Y debe darle al parlamento no sólo una imagen sino la consistencia necesaria para que no sea una simple mesa de partes de un gobierno que delega su responsabilidad a un grupo de amigos que se etiqueta como pacto social.
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