Nuestro país sufre un proceso de desinstitucionalización adrede muy parecido al sufrido durante la década fujimontesinista. Los partidos políticos no sirven, las instituciones no existen, los medios en su mayoría están cooptados, las ong´s están desubicadas o cuidan sus consultorías -prefieren no chocar como me decía un representante de ellas- y el Congreso es un elemento decorativo, funcional al régimen donde Javier Velásquez Quesquén es presidente de la comisión de Constitución y Mauricio Mulder de Inteligencia.
En ese contexto el gobierno actúa de manera impositiva, fase previa y notable de la autoritaria.
Se beneficia de la falta de crítica -de los medios- y de fiscalización - de la oposición-. Cuando se critica, algunos columnistas un poco más y piden disculpas por hacerlo, dando con ello una triste impresión.
Todo esto tiene lógica si es que García, el presidente, va a la reelección. Estoy convencido -pienso- que existen todos los indicios para que la reelección esté en sus planes. García tiene una serie de temores, El Frontón, Cayara, el crimen de Cantoral, el de Rodrigo Franco, entre ellos. De allí la necesidad de quedar bien con Alberto Fujimori, hermano de sangre en crímenes de lesa humanidad.
También pienso que la extradición ha sido un proceso altamente politizado, pero por parte del gobierno de Alan García: se ha movido en todos los niveles pero para evitar la extradición y lo lograrán. El fujimorismo entonces entra en deuda: hay un favor que pagar.
El tener un Congreso de juguete, y esto lo digo lamentando dar una imagen de falta de respeto, nos lleva a esta situación. La falta de oficio político de unos y la facilidad para la obsecuencia de otros han configurado el peor de todos nuestros Congresos, uno, el único, que ha sido incapaz de construir una respetable oposición. No es necesario ser mayoría para hacer oposición. Basta un congresista con temperamento para poner en jaque a un gobierno. Así lo demostraron, en su momento, Fernando Olivera en el primer gobierno de García y Javier Diez Canseco con Alberto Fujimori.
Pero en este Congreso ¿Quién es el congresista opositor? Conjunto vacío. Antes de dar una opinión se dan una vuelta por un kiosco para ver los titulares y según eso comentan algo. Congresistas comentaristas no hombres de acción. La acción está marchando por otros lares, que no son los del ámbito de la Plaza Bolívar.
En ese sentido este Congreso es funcional a los deseos, por el momento ocultos, reeleccionistas de García, la vuelta en redondo al estado patrimonialista y corrupto.
De allí el trípode vigente de gobernar con empresarios, medios de comunicación y sin los partidos, incluyendo al partido aprista.
Irresponsable actitud de un señor que, como Alan García, no tiene nada de estadista.