domingo, 26 de agosto de 2007

¿Puerta abierta a la corrupción?

Desde el viejo dicho bíblico que nos recuerda que "en al arca abierta el justo peca" hasta los textos modernos de rendición de cuentas, todo apunta a la necesaria fiscalización de cuanta responsabilidad se delegue, más aún si se trata de manejar centenas de millones de soles que pertenecen a todos los peruanos.

Con bastante irresponsabilidad algunos periodistas del diario "El Comercio" felicitan la liberación de controles para proceder a la reconstrucción. Algunos de estos tienen hojas de vida que los vincularían con ciertos grupos económicos. Tratándose de "El Comercio" está irresponsabilidad y parcialidad con lo incorrecto, deviene en histórica pues llegará el momento en que pesará en su trayectoria esta posición editorial que juega, sin lugar a dudas, en contra de la institucionalidad.

El Congreso de la República no puede permitir que se libere de controles, de fiscalización ni de rendición de cuentas a nadie que lidere o lideren el manejo de recursos públicos. Por más empresario "exitoso" que sea (habría que ver cual es el indicador de éxito que maneja el gobierno).

No se trata de dudar anticipadamente de la honorabilidad de las personas, el asunto de fondo es que las reglas deben ser iguales para todos, más aún si de fondos públicos se trata. Los colombianos, que eficientemente reconstruyeron el Eje Cafetero, no liberaron de controles a los reconstructores, ni dejaron de lado al gobierno, mucho menos al Estado. El gobierno lideró la reconstrucción, demostrando así una de las fortalezas colombianas: la institucionalidad.

Aún más, si de verdad quiere ser transparente el señor Julio Favre, o el señor José Chlimper o cualquiera que hubiera recibido el encargo, deberían exigir controles, pues quien no duda del manejo honesto que tendrá, le da la bienvenida a la fiscalización y al control.

Ningún proyecto ni ley liberará a los manejadores de recursos públicos de la adecuada fiscalización que deberá existir de todas maneras. Y no se trata de nombres ni apellidos, se trata de instituciones. El promover el caudillismo desde el más alto nivel del Estado demuestra que no se ha aprendido nada de la nefasta época corrupta del fujimontesinismo.

El convocar al empresariado suena bien. Lo sabía de sobra Fujimori y su socio Montesinos. Por eso se rodearon de ellos. Siempre había, y hay, voces ingenuas que saludan este gesto. Pero los resultados son los que nos permiten manifestar nuestra preocupación sobre esta convocatoria.

De nada sirve saltarse las reglas de juego. En materia de institucionalización no debe haber atajos. Y en ese sentido el presidente Alan García está demostrando una vez más su ausencia de dotes de estadista. Su mirada es cortoplacista y su verbo populista. No ve más allá de la coyuntura y del efecto que puedan tener sus palabras en la próxima entrevista.

Obviamente cuenta para ello con una corte de adulones, áulicos y personajes clientelistas a los cuáles solo interesa el provecho personal y solo hablan de desarrollo nacional si éste les conviene.

Y el Congreso debe actuar sin ningun temor a los titulares de algunos diarios, que como el diario "El Comercio", con sus contradicciones pierden cada día autoridad moral para formar opinión.