Un síntoma inequívoco de corrupción es el deterioro de los servicios públicos, más aún cuando hay dinero suficiente en las arcas fiscales.
No hay medicinas en los hospitales, la gente es contagiada de VIH, la alimentación de los comedores populares es la peor de todos los tiempos, no hay citas médicas hasta el próximo año en ESSALUD, los colegios están sumamente deteriorados, la seguridad ciudadana está en el más bajo nivel de los últimos 15 años, y ahora para colmo, como si se estuviera repitiendo el primer gobierno aprista Gestión nos informa que la producción de agua potable en Lima cae a su nivel más bajo en 32 meses.
La gestión de SEDAPAL, estoy seguro de ello, tiene mucho que ver con este deterioro. Las empresas a cargo del saneamiento no estarían siendo las mejores en su especialidad sino elegidas a dedo por un amiguísimo expectorado por vínculos corruptos del Ministerio de Vivienda. Bueno, "expectorado" es un decir. Las cosas oscuras se vuelven "legales" desde fuera, cuando a los corruptos no los alcanza la figura del empleado público.
Ha disminuido la producción de agua potable en Lima en un 2,8% y en total contradicción el gobierno del Dr. García impulsa un proyecto de construcción de viviendas sin licencia y sin sustento técnico que convertirá a Lima en un caos, en un gigantesco pueblo joven. Esto afectará directamente la distribución de agua, cuya red en la actualidad no tiene un eficiente mantenimiento, está en manos de una burocracia acusada de corrupción y que está malgastando los recursos de todos los peruanos.
Hay dinero, se sabe. Y a pesar de ello se deterioran los servicios públicos. Esa situación no es exclusiva de la incapacidad. También refleja corrupción.
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