Al gobierno le gusta poner como ejemplo a Chile si de economía se trata. Pero en su discurso, falsamente modernizador, el gobierno olvida decir las bases que motivaron el origen del éxito chileno.
La buena marcha de la economía chilena es producto de una correcta planificación y un buen ejercicio prospectivo, ambos pilares fundamentales de un modelo que entendió que antes de salir a competir, antes de firmar tratados de libre comercio, era necesario reformar las reglas de juego que quitaban competitividad a las empresas chilenas.
A partir de las reformas que iniciaron Hernán Büchi y continuaron Alejandro Foxley y Andrés Velasco entre otros ministros de hacienda, Chile se preparó para salir a competir al mundo, con firmas agresivas de tratados comerciales.
Gracias a estas reformas los empresarios chilenos pudieron -y pueden- competir en condiciones similares, sin brechas tan amplias, que les haría perder espacios de mercado. Chile antes de abrirse al mundo, hizo su tarea interna.
Empezó con una reforma de mercados laborales a cargo de José Piñera, allá por el año 1980, continuó con reformas tributarias, del estado, educativas (con la beca Presidente de la República), de infraestructura, bancaria, previsional, entre otras.
Aquí, en cambio nada de eso ha sucedido.
En el año 2005 intentamos hacer una reforma de mercados laborales, durante mi paso por el Ministerio de Trabajo, que incidía en un acceso progresivo a los derechos laborales. La misma fue satanizada por la prensa, la misma que reclamaba reformas, y por la política. Recuerdo la frase de Alan García en ese entonces referida a que la reforma era criminal y abusiva para la clase trabajadora.
Y hasta ahora esa es una reforma, entre otras, pendientes.
Por eso, por la ausencia de reformas, es que me temo que la firma de tratados comerciales agudice la brecha social entre pobres y ricos. Un país sin reformas que firma tratados de libre comercio, puede tener un destino distinto al de Chile y mas bien similar a México, que con el NAFTA ha pasado a ser la decimoquinta economía del mundo luego de haber sido la octava en el momento de la firma del acuerdo comercial y he aquí lo peor: el país con mayor índice de desigualdad en la región, donde coexisten el hombre más rico del mundo, Carlos Slim, y un indígena de Chiapas.
Es por eso que nos preocupa la forma de conducción, desordenada y cortoplacista, de este gobierno, con visos demagógicos como los mostrados recientemente por el presidente García. De allí que la reducción de aranceles sea problemática para las empresas nacionales. Los que están de acuerdo no quieren tocar el tema de las reformas en conjunto para ganar competitividad. Una reducción arancelaria aislada, hecha sólo para sostener el tipo de cambio, es perjudicial para la competitivdad de las empresas. Por ello hasta un hombre de empresa como PPK reconoce como válido el reclamo de la Sociedad nacional de Industrias SNI y de la Asociación de Exportadores ADEX.
En todo caso nos gustaría ver un debate respecto a este tema por parte de nuestros congresistas y no desgastarse en jornadas de bajo nivel que a nada conducen.
Si según el Banco Interamericano de Desarrollo BID a un gobierno se le mide por la alidad de su debate público y por el nivel de sus políticas públicas, pues tenemos con seguridad un gobierno de poca calidad y muy bajo nivel.
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