La ambigüedad del premier Jorge del Castillo no le hace ningún bien ni a la democracia ni al país. Decir que no opina respecto al llamado a reconocer como beligerantes a las FARC para no pelearse con Hugo Chávez es, por decir lo menos, falta de coraje político.
Hace mucho tiempo que las FARC son un grupo de terroristas que tienen en el narcotráfico a financistas de sus cobardías armadas. Hazañas bélicas como asesinar por la espalda a once diputados echados boca abajo y con las manos atadas son parte de su leyenda. Mantener secuestrados a 700 personas entre hombres, mujeres y niños, políticos, empresarios y soldados en condiciones deplorables es parte de su esteorotipo.
Por eso ha hecho bien el presidente Alvaro Uribe en llamar a este grupo por su nombre, el de banda armada ligada al narcotráfico. Ni siquiera merecen el nombre de guerrilla. Este sustantivo está unido a causas históricas más nobles de ninguna manera al sicariato o el narcotráfico.
El ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti ha escrito hoy, en el diario La Nación de Argentina, un extraordinario artículo sobre esta banda ligada al narcotráfico y Colombia. Es un artículo de necesaria lectura. Nos recuerda por ejemplo las palabras del ex presidente de Chile Ricardo Lagos en el sentido que no nos quejemos de la presencia de Estados Unidos en el combate al terrorismo si es que, como países vecinos, no estamos dispuestos a hacer ningún sacrificio. Muy oportuno, sobre todo cuando en un país vecino, y que sufre de continuas incursiones de las FARC en su territorio nuestro presidente García y el Premier Jorge del Castillo demuestran su estatura política cuando dicen que no declaran sobre el tema porque no quieren pelearse con Hugo Chávez.
Los derechos humanos, señores mandatarios -y se los dice un sencillo mandante- bien valen una pelea.