No podemos pecar de reduccionistas. Tratar un tema tan complejo como el referente a la clase política en tan sólo un post sería irresponsable. Por eso tan sólo deseamos hacer una introducción de cara a una necesaria reforma en la política que contemple aspectos vinculados a la ley de partidos, electorales e institucionales.
Nuestro país no puede continuar con una clase política como la que tenemos ahora. Alberto Fujimori fue exitoso en destruir un endeble sistema de partidos, hoy inexistente. Ese sistema de partidos hoy no existe. El político intelectual en nuestro país es una especie que se extingue. Si a un país se le mide, entre otras cosas, por la calidad de su debate público, entonces qué calificación le pondríamos a nuestro país. No hay think tanks, tanques de ideas, y si los hay son comentaristas de los diarios o columnas de opinión. Las políticas públicas son coyunturales, no obedecen a pensamientos colectivos estructurados. No existe además pensamiento de largo plazo, aunque esto es parte del drama latinoamericano. Los congresistas, en los últimos 17 años, descubrieron su vocación política a los 50 años. No vienen de las canteras partidarias o universitarias sino del empresariado. Por eso no se quieren pelear con nadie, pues para ellos debatir, confrontar es sinónimo de pelear. No entienden, o no pueden entender, que la política es conflicto y no lo entienden pues ignoran los códigos de la política. Su vivencia o experiencia en el mundo empresarial hace que lleguen al Congreso y sean rehenes de su pasado, por tanto son incapaces de plantear temas de Estado, son cooptados o capturados por los intereses empresariales. Admiten la manipulación, son incapaces de rebelarse ante ella. No queman sus naves por un ideal o una identificación política, conviene quedar bien, con todos, eso es hoy en el Perú, lo políticamente correcto.
Por eso el mundillo público aparenta ser una malagua, va a donde se lo lleva la corriente de la coyuntura, no se rebela ante ella. Lo mismo sucede en el ámbito empresarial y mediático, no sólo en lo político.
Urge cambiar. El desarrollo también pasa, y mucho, por una verdadera clase política, que anteponga por sobre todo los intereses del país.
jueves, 24 de enero de 2008
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