Amigos colombianos me decían que los negocios preferidos por los narcotraficantes para lavar su sucio dinero son los gimnasios, las construcciones de edificios de viviendas u oficinas y los conciertos de música, desde el rock hasta el vallenato, de grupos famosos y poco famosos.
Y pareciera que es así. Uno ve en Bogotá gran cantidad de gimnasios, como en Lima, que uno no sabe como pueden sobrevivir con tanta competencia.
También uno ve, como en Lima, un boom constructor, torres por doquier, aunque en Bogotá no se ve el salvajismo limeño de destrucción masivas de ranchos y chaletes de fines del XIX y principios del siglo XX. La destrucción de la memoria urbana no se permite en Bogotá, como sí en Lima, donde tenemos un alcalde, el señor Luis Castañeda Lossio al cual el urbanismo y la cultura no le interesan. Cabe mencionar que en ello coincide con la mayoría del vecindario limeño.
Y lo de los conciertos es un clásico del lavado de dinero. En Colombia y en México, como de repente en el Perú, se puede argumentar la "venta de miles de localidades" en lo que fueron espectáculos fantasmales.
¿Similitud? ¿asuntos comunes? Saque usted sus conclusiones. Lo que si podemos asegurar es que tanto en Colombia como en Perú también hay procuradores, defensores del Estado, que antes de ejercer su pública función han sido solícitos defensores de narcotraficantes.